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El Palacio de Bauer es ese hermoso y sobrio caserón que hay en la calle de San Bernardo esquina a Pez. Siempre me ha resultado especialmente atractivo.
Se trata de uno de los palacios madrileños del siglo XVIII, con fachada a la calle principal y jardín trasero vallado. En la fachada destaca la portada barroca, los recercados de cantería en zócalos y esquinas y los antepechos de forja en los balcones.
Se trata de uno de los palacios madrileños del siglo XVIII, con fachada a la calle principal y jardín trasero vallado. En la fachada destaca la portada barroca, los recercados de cantería en zócalos y esquinas y los antepechos de forja en los balcones.
Fue construido inicialmente para los marqueses de Guadalcázar.
En 1870 fue adquirido por una familia de banqueros judíos, los Bauer.
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Los Bauer estaban emparentados con los Rotschild, banqueros hebreos con un enorme poder, y llegaron a Madrid con la intención de hacer sus buenos dineros en nuestro país.
Decía el poderoso banquero Rotschild: Dejadme controlar las finanzas de un país y no me importará quién gobierne.
¡Qué frase tan reveladora!
Pues bien, ni cortos ni perezosos, los mentados Bauer se pusieron manos a la obra dispuestos a controlar la economía patria. Así, se hicieron con algunas de las principales empresas de entonces: Minas de Almadén y Riotinto, Ferrocarriles MZA… Para afianzarse mejor, hicieron accionistas de sus compañías a varios políticos con mando en el Parlamento.
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Los Bauer eran gente culta y refinada y decidieron reformar el sobrio caserón que habían comprado. Para ello encargaron la decoración interior a Arturo Mélida, pintor, escultor, decorador y arquitecto. Mélida realizó el bello salón de baile que podéis contemplar aquí, si bien ha sido transformado en salón de actos.
El salón es de estilo restauración, con influencias del neorrococó y con pinturas pompeyanas firmadas por el decorador.
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Grandes coleccionistas, adquirieron muchas pinturas y esculturas. También fueron mecenas de artistas y promovieron la música, organizando toda clase de conciertos.
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La atractiva decoración interior responde a las características típicas de los palacios madrileños del XIX.
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Fotos color: Carlos Osorio.
Fantástico y de plena actualidad. Por lo menos los banqueros antiguos dejaban un rastro de obras artísticas y mecenazgo. Los de ahora sólo dejan agujeros negros.
Un saludo
A menudo la Historia nos ilumina sobre el presente, querido Antonio.
Nihil novum sub sole!
Lo opuesto a ese árido “Nihil novum sub sole!” es el asombro, la admiración que llevan a las preguntas sobre nosotros mismos y nuestro entorno y por tanto al saber. Creo que fueron Platón y Aristóteles quienes se refirieron al asombro como padre del saber sin fín.
¡Cómo va a ser lo mismo pasar por delante de una fachada anodina que por delante del Palacio de Bauer, visualizando las magníficas fotografías de Carlos! O imaginar las vidas de su interior y hasta viajar en el tiempo con esa fotografía en blanco y negro, que es la que más me gusta, con su señora del pañuelo en la cabeza y su guardia de la porra.
Pienso que Tony se refiere, no al palacio, sino a la voracidad de los banqueros que lo ocuparon. En ese aspecto, no hay nada nuevo bajo el sol. Gracias por el comentario, Matilde.