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A las seis de la tarde del 12 de mayo de 1886, el cielo madrileño se oscureció y comenzó una tormenta que descargó una gran cantidad de agua.
Hacia las siete se originó un tornado sobre Carabanchel y, en pocos minutos, avanzó y barrió la ciudad desde el suroeste al noreste.
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Casón del Buen Retiro. Foto Jean Laurent.
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Los destrozos que causó en la zona del río Manzanares fueron notables, afectando especialmente al barrio de Peñuelas.
Especialmente trágico resultó el hundimiento del techo del Lavadero Imperial provocando un gran número de víctimas entre las mujeres y niños que allí se encontraban.
 La Tienda-Asilo que se había levantado junto al Hospital General en Atocha también quedó completamente destruida, resultando heridas las 150 personas acogidas en el lugar.
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Tanto el Jardín Botánico como el Retiro quedaron en un estado lamentable con numerosos árboles arrancados o partidos.
Los hospitales y demás centros asistenciales se colapsaron de heridos en las horas siguientes al paso del tornado y la Junta de Socorros de Madrid fijó el número de muertos en 47 personas.
Esta es la visión de la ciudad que dio La Época al día siguiente:
“Pavoroso es el cuadro que ofrecen las calles y paseos desarbolados, los jardines públicos destruidos, los edificios quebrantados, las paredes hundidas, los carruajes volcados, los trenes fuera de los carriles, los postes y cobertizos por el aire, las comunicaciones interrumpidas por donde quiera… todo, en suma, violentado y descompuesto, desde los corpulentos árboles arrancados de sus raíces hasta las enormes cruces de bronce de las cúpulas dobladas como alambres.
Pero más pavoroso es todavía y mas aflictivo y horrible el cuadro de los obreros aplastados bajo el muro, de los transeúntes estrellados contra los coches, de los niños magullados en el suelo, de las mujeres desenterradas de entre los escombros de los lavaderos… “