.
Hasta el comienzo de los años setenta existió en la Plaza de Oriente un carrito tirado por un burro al que, por una monedilla, podían subirse los niños y dar una vuelta a la plaza.
A la pequeña carroza la llamaban «el carrito de las campanillas», porque tenía campanas y cascabeles que sonaban alegremente con el traqueteo del viaje.
.
Los niños podían elegir entre ir montados en el burro, sentados en el pescante o montados en el interior.
En los últimos años, lo guiaba una señora que solía entregar a cada niño un rico barquillo, incluído en el precio del viaje.
Los jueves por la tarde acudían las chachas (empleadas domésticas o cuidadoras de niños) con sus novios y no dudaban en montar a los niños en el carricoche para tener así unos minutos de intimidad con el noviete. De modo que cuando el carrito terminaba su viaje, las buenas mozas tenían bastante encendido el color de sus mejillas.
La chavalería madrileña de entonces cantábamos una canción dedicada a este burrito que recordaremos juntos en la entrada de mañana.
Sin duda sería una buena idea recuperar esta atracción del carrito y el burro para los niños madrileños de ahora.



La mayor parte de los datos los he obtenido aquí.