Caminando por el Parque del Oeste, a la anochecida, una rosa del color del fuego me saludó con una leve inclinación de sus pétalos.
La rosa me regaló una pequeña barca de aire que olía a luna creciente.
La besé desde lejos, sin tocarla.
La rosa cerró sus pétalos y se hizo la oscuridad.
(c) Texto y foto: C. Osorio