El típico instrumento de nuestras verbenas populares va desapareciendo poco a poco, pese a que los madrileños siempre hemos profesado un gran cariño a estos bulliciosos cajones musicales. Los organilleros más conocidos fueron los Apruzzese, que en 1898 llegaron a Salamanca desde Caserta, (Italia). Antonio Apruzzese se vino de Salamnca a Madrid y conoció a su esposa, María, en el merendero del Canal. Antonio instaló su casa de fabricación y alquiler de organillos en la Carrera de San Francisco. Allí trabajaban siete u ocho empleados. Los organillos se hacían de seis o de diez canciones. El más famoso fue “el abuelo” uno de los instrumentos que la familia se trajo de Italia. A su muerte, en 1995, Fernando Ochoa continuó con la empresa. En 2008 se cerró el negocio y Ochoa ofreció la histórica colección de organillos al Ayuntamiento y a la Comunidad, pero éstos no mostraron interés por la misma. Hace ya cinco años que el Ayuntamiento no alquila prácticamente organillos para las fiestas de Madrid, y si se escuchan en algunas verbenas es porque se ponen discos por megafonía.
Es curioso. Basta contemplar la imagen de uno de estos simpáticos pianitos mecánicos, para que la música suene en tu cabeza durante largo rato…¿Tendremos los madrileños un organillo genético en la cabeza?

Foto: fundación Joaquín Díaz.