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Una de las tabernas con mayor encanto de Madrid fue la de los Pepinillos, situada en Hortaleza
nº 59.
Decenas de toneles de madera contenían vinos, buenos vinos de León, y toda clase de escabeches y encurtidos: aceitunas, pepinillos, berenjenas de Almagro…
Eugenio y Segundo atendían a la clientela remojando el vaso del chato en la pila de estaño por la que corría incesante el agua.
«Y además del vino, póngame una banderilla»
Los aromas de aquella taberna te hacían soñar con barcos llegados de lejanas tierras trayendo conservas y especias.
Los Pepinillos cerró a comienzos de los noventa. Otra taberna fantástica que no supimos conservar.
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