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El habla característica de los barrios populares madrileños recoge expresiones de creación local, pero sobre todo es el resultado de las aportaciones del habla andaluza y aragonesa así como el caló de los gitanos que llega a través de la gran inmigración de los siglos XIX y XX.
Ese habla arrogante, chinchosa, chispeante, categórica y dejosa a la vez, es adoptada por los manolos y los chulapos, por muchos de los que viven y trabajan en los barrios humildes de Madrid.
El habla castellana de Madrid es una variedad dialectal caracterizada por:
-El yeísmo, o indistinción de la ll y la y.
-Tendencia a que las eses finales se conviertan en jotas.
-Tendencia al leísmo, laísmo y loísmo.
-Tendencia a incorporar palabras del sur de España, especialmente del caló de los gitanos.
Los chulapos llamaban bata a la madre, bato al padre y bateo a un bautizo. Camelar es seducir. Los gabrieles eran los garbanzos. Un baranda es un tipo espabilado. Una parpusa es una gorra. La chaqueta se llama chupa, la capa: pañosa, los calzoncillos: gayumbos, el reloj: peluco. Chachi quiere decir que algo es extraordinario o que uno está de acuerdo con algo, lo mismo que fetén, chipén o chachipén. Chungo es desagradable. Currar o currelar es trabajar. Menda soy yo. Parné es dinero. La cama es la piltra. Pinrel es el pie. El guten alemán dio origen al dabuten del caló que englobaba todo lo bueno que un castizo pudiera desear; y de dabuten: dabuti.
Hasta fechas recientes aún era posible encontrar en los barrios bajos gente que mantenía el acento característico de los chulapos, tipos populares que parecían ocultar una ciruela en la boca mientras hablaban y que recalcaban las sílabas de las palabras. Con suerte aún se puede escuchar a alguno de ellos, pero es un fenómeno en vías de extinción.
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Carlos Osorio (Del libro «Lavapiés y El Rastro«)