“Por los caminos del aire
con sus cuerpitos de plumas
los pájaros y los ángeles”
(José Bergamín)

Vecinos alados

En Madrid no hay playa, pero hay más gaviotas que en ninguna bahía. En Otoño e invierno, decenas de miles de gaviotas se vienen a vivir a las charcas de la región. Cada mañana vuelan formando grandes uves desde el embalse de El Pardo hacia el vertedero de Valdemingómez. Al atardecer hacen el camino inverso, llenando de pétalos rosas el mar de tejados de mi barrio.

Miles de pájaros indocumentados emigran en otoño volando sobre madrid. Son fascinantes las bandadas de grullas, garzas y garcillas. De vez en cuando pasa algún cormorán despistado.
Si tienes los ojos muy abiertos puedes ver un halcón. Estos maestros del vuelo anidan en los rascacielos. También es frecuente ver a los cernícalos detenidos en mitad del azul. Otra rapaz que nos visita a menudo es el milano.
De noche veo una lechuza cruzando los bulevares. Un mediodía cualquiera, una pareja de buitres sobrevuela la plaza del Callao, a tal altura que nadie se fija en ellos.

Es frecuente ver a las cigüeñas hilvanando nubes, Las urracas parlanchinas disputan las ramas de los platanos a las palomas torcaces. Otras palomas, las comunes, llegan a ser un problema por su abundancia. A nada que empiezas a observar te das cuenta de que en Madrid no solo hay palomas y gorriones. En los parques hay muchísimas aves insectívoras (carbonero, herrerillo, petirrojo, carpintero, mosquitero, y otros no tan comunes como el agateador, el trepador azul, el papamoscas cerrojillo…) Por encima del estruendo del tráfico suena el canto mágico del mirlo.

Y en cuestión de vuelo, los maestros de la acrobacia llegan cada año cuando terminan los fríos. Los vencejos comunes (ave de la familia de la golondrina) invaden los cielos con su vuelo infinito (no se detienen ni siquiera para dormir. Descansan volando en círculos) Sin estas aves nos comerían los insectos. Sin nuestros vecinos voladores, el cielo de Madrid sería de papel pintado.

Foto C. Osorio