Me gusta Madrid y me gusta conocerlo compartiendo lo que encuentro a mi paso con vosotros. Madrid va cambiando, pero el Madrid más delicioso, para mí, es el que se construyó en siglos pasados, cuando la belleza era algo importante. Madrid-Río es un hermoso proyecto, qué duda cabe, aunque yo hubiese hecho algo menos ambicioso y en cambio habría mejorado los espacios que verdaderamente usamos los madrileños. Se hacen proyectos más espectaculares que útiles. Los nuevos barrios, los nuevos PAUS, donde las calles son autopistas lentas, las plazas son rontondas y no hay tiendas, me parecen cosa de un urbanismo equivocado. Me gusta la peatonalización de algunas calles del centro, como el corredor Huertas-Arenal. El centro sigue un tanto abandonado y poco rehabilitado, y no se respeta demasiado el patrimonio arquitectónico. A nada que se arreglan las calles y se remozan las casas, vemos que hay muchísimo que admirar. Sigue sin haber suficientes espacios para que los chavales y los jóvenes se reúnan, jueguen, hagan deporte. El tráfico aún es agresivo, y la contaminación no decrece. Hay muchas prisas y poco sosiego, necesitaríamos parar un poco y charlar, pensar, pasear, disfrutar de la vida cotidiana sin tantos agobios. Me duele ver que, intencionadamente se pretende bajar la calidad de la sanidad pública, que es una de las principales cosas que me hacen sentirme orgulloso de vivir en este país, y todo por ahorrar dinero donde no se debería ahorrar. Oigo las voces de quienes piden una democracia real y me solidarizo con ellos. Ya va siendo hora de ampliar la participación de los ciudadanos a algo más que un voto cada cuatro años. Eso sí, el voto para mí es sagrado, es un derecho y es un deber, y ahí tenemos una oportunidad de participar en la creación de la ciudad que vamos a vivir en los próximos años. Madrid, una ciudad estupenda gracias a la gente estupenda, venida de todas partes, que la conforma.

Foto: Carlos Osorio