Viajar me ha servido para valorar mi país, y la verdad es que me parece un sitio estupendo para vivir. Me gusta España, me gusta el carácter campechano y amigable de la mayoría de las gentes de aquí.
Hay muchos motivos para sentirse orgulloso de este país: una historia muy rica y muy intensa, un pueblo luchador y aventurero donde los haya, con muchos aciertos y muchos errores, como todos los pueblos que se han  echado a la mar. Orgulloso del arte que se ha producido aquí: los mejores pintores clásicos y modernos. Orgulloso de los logros deportivos. También de la cocina, la mejor del mundo a mi modo de ver.
Un pueblo, unos pueblos, los pueblos de España, con una riqueza cultural y lingüística excepcional.
También tengo motivos para sentir vergüenza. Aquí hay demasiada tolerancia con la corrupción, y es hora de empezar a erradicarla de una vez por todas. 
Ahora bien, si he de elegir lo que más me hace sentir orgulloso, pues no tengo duda: estoy orgulloso de nuestra Sanidad y de nuestra Educación públicas.
Afortunadamente, aquí cuando uno se pone muy malito, no tiene que ir con un maletín cargado de dólares para que le operen.
Afortunadamente, tenemos una Educación pública extraordinaria, aquí estamos formando a los mejores profesionales del mundo que, por desgracia, se están teniendo que ir a trabajar fuera.
Si yo fuera político y me dedicase a deteriorar intencionadamente la Sanidad y la Educación públicas con la torpe finalidad de tratar de rellenar el pozo sin fondo de la banca, pues, qué quieres que te diga, se me caería la cara de vergüenza.