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Matías López estableció su fábrica de chocolates en la calle de la Palma nº 10, en Malasaña, donde antes había estado la Fábrica de Cera de Carlos III.
Cuando el edificio se le quedó pequeño, se trasladó al Escorial donde montó un complejo fabril impresionante.
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Y no solo se ocupó de la fábrica, sino también de sus empleados. Construyó una ciudad-jardín para obreros, creó un plan de sanidad y planes de pensiones, implantó una escuela y un economato.
Eran tiempos en que El Escorial olía a chocolate.
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Lamentablemente la fábrica desapareció. Su empresa entró en una cierta decadencia a su muerte, en 1891.

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Los chocolates de Matías López y los de la competencia: «La Compañía Colonial» fueron los más conocidos en Madrid, en una época en que, pese a la total falta de apoyo institucional (en eso no hemos cambiado) había emprendedores que creaban industrias.
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Del encanto de los motivos publicitarios de la empresa dan fe estos dibujos, la mayoría de ellos creados por Javier Ortego.

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Decir también que recientemente, unos chocolateros han recuperado la fabricación de los chocolates de Matías López, cuya venta realizan especialmente a través de la web.