«Madrid, divinamente
suenas, alegres días
de la confusa adolescencia,
frío cielo lindando con las cimas
del Guadarrama,
mañanas escolares,
rauda huida
al Retiro, risas
de jarroncito de porcelana,
tarde
de toros en la roja plaza vieja,
pues me iría y a ver la verbena
en San Antonio o San Isidro,
ruido de Navidad en las aceras
cerca
de la Plaza Mayor,
rotos recuerdos
de mil novecientos veintisiete,
treinta,
pueblo derramado aquel 14
de abril, alegre,
puro, heroico Madrid, cuna y sepulcro
de mi revuelta adolescencia.»
Blas de Otero.