El Mercado de Vallehermoso, en la calle Vallehermoso esquina a Fernando el Católico, es uno de los mercados de abastos construidos en la segunda República, con un eficaz criterio racionalista y unas formas no exentas de armonía. Como usuario habitual, puedo asegurar que tiene excelentes puestos de fruta, pescado y carne, y otros de productos alimenticios de almacén.
El caso es que en las últimas cuatro décadas habían cerrado toda una serie de puestos debido a la competencia de los supermercados y grandes superficies.
Pero algo se mueve en su interior.
En el último año han abierto sus puertas una veintena de nuevos puestos, algunos de ellos realmente interesantes. Uno de los que más me gustan es la panadería «El Horno de Babette», con un pan auténtico de mucha calidad.

Hay un puesto de productos asturianos, otro de carnes del mismo Principado, otro de carnes de la Sierra de Guadarrama, uno de productos ecológicos, dos de quesos artesanos (de Córdoba y Albacete), uno de sobaos y quesadas de Cantabria, varios de comida para llevar…

Un puesto de cervezas artesanas La Virgen, y varios bares. Está bien que los mercados tengan bares y restaurantes; pero con un control, porque si proliferan pueden acabar por fagocitar aquello que se pretendía revitalizar, como ha pasado en San Antón y en San Miguel. El caso es que los fines de semana, al atardecer, un nutrido público juvenil inunda el mercado para visitar estos nuevos bares.

Los puestos de toda la vida me parecen magníficos, los veo como una inmejorable exposición de arte conceptual a base de frutas, verduras, pescados…
Hacer la compra en uno de estos mercados, conversando con los tenderos, es una experiencia gratificante. Consumes productos de tu país, y el dinero se queda en tu barrio, no se va a lejanas tierras como en las grandes superficies. Es la experiencia de los mercados madrileños.
Fotos: C. Osorio.