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No podría imaginar la Puerta del Sol sin la imagen y el aroma dulce de La Mallorquina.
El primer local de este popular punto de encuentro estuvo en la cercana calle Jacometrezzo en 1894. Luego, en 1930, se vino a la Puerta del Sol, al lugar donde estuvieron los ornamentos religiosos de Garín. Su dueño, Juan Ripoll, introdujo los torteles y ensaimadas típicos de Mallorca. Esta casa tuvo uno de los buenos salones de té de Madrid, inicialmente en la parte baja, y modernamente se trasladó al primer piso.
En los tiempos gloriosos del salón hubo una tertulia formada por Aureliano de Beruete, Graíño, Bonilla y otros. En sus últimos años, Galdós gustaba de pararse en sus paseos ante esta pastelería para extasiarse con el aroma de sus dulces.
La fachada original era más sobria, como vemos en la foto de 1939. En torno a 1960 se creó la airosa portada actual con bella y sencilla una marquesina de granito y metal.
Las letras y el logotipo, recortadas en metal y coloreadas, son un ejemplo de los trabajos artesanos, hoy en proceso de extinción, que embellecieron nuestros comercios con bellas tipografías en relieve.
Su dulce más popular, la napolitana, (desconocida en Nápoles, todo hay que decirlo) es un invento de esta casa en 1970.
Del libro: Tiendas de Madrid
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Fotos color: Carlos Osorio
Y, las "REINAS DE NATA"…..¡¡¡Madre mía…!!!…¡Qué Buenaaaasss!!
Un abrazo.
Hola señor paseante. La Mallorquina también me trae los recuerdos de infancia cuando pasaba y olía horno de ensaimadas y curasanes. Esa portada es la que siempre he conocido. Lo malo es que voy poco, por falta de tiempo ya y porque me deprime su ambiente tan de abueletes, me hacen recordar que ya no soy joven y tengo más canas que pelos negros, jajajajaja.
Saludos y que siga con sus paseos.
Genial tu blog.Esta fetén!!Como buen Madrileño que somos todos los de mi familia,la de veces que nos hemos comido unos bartolillos o unas napolitanas en este mitico lugar,llamado "La Mallorquina".Como me enorgullece tu blog ^^
Sigue asi!!!
Un saludo!
Ir en Navidad a la Mallorquina, con el frío, y tomarse una napolitana calentita y recién hecha (en esas fechas los dependientes no dan a basto) es una de esos placeres que ningún madrileño debería perderse y que hacen de esta ciudad un sitio especial.
Tienes razón, Sinus. Gracias por tu comentario, Miguel Ángel, es verdad que es difícil pasar ante la Mallorquina y no caer en la tentación del aroma que sale de sus hornos artesanos.