Caminando por Madrid, me sorpenden esos brotes incontrolados de vegetación que aparecen por algunos rincones. Yo los llamo jardincillos locos, aunque, quizás podría ponerles un nombre más moderno, por ejemplo: micro selvas urbanas.
Me gustan estas plantas acratoides que crecen con total desparpajo allá donde no está permitido y le hacen burla a la seriedad asfáltica y granítica de la gran ciudad.
Su rebeldía suele estar penada con el exterminio, cuando un empleado de limpiezas las descubre y les rebana el pescuezo.
En las ciudades del norte son muy habituales, pero aquí no abundan, por eso tienen un doble encanto estas pequeñas y revoltosas florecillas.
Fotos: Carlos Osorio.
🙂 eres genial, Carlos, me han encantado estos jardincillos locos. Eres muy observador, es curioso ver cómo nacen de forma natural, a pesar de los impedimentos graníticos. Muy bonitas las florecillas.
Es cierto, soy jardinera, me lo pensaré dos veces antes de eliminarlos después de ver las fotos.
Jardincillos locos es perfecto. Me encanta. Todavía me estoy riendo. Acratoides, también. Aunque no tengo muy claro que sea realmente una palabra.
Siempre me han llamado la atención, en los lugares más insospechados, hasta en grietas del asfalto.
Sé de un banco casi olvidado al que enriquece una flor amarilla, cada vez más alta, entre los maderos del asiento. En el Paseo de Recoletos varios alzados y sin horizontalidad por las raíces de algunos árboles. En la Pedriza árboles en la roca viva y por otros caminos casas y pueblos abandonados, medio ocultos tras la vegetación.
Una alegría para la vista.
Hola, Mercedes, me alegra que a ti también te gusten. La pequeña florecilla frente a la gran ciudad.
Hola, jardinera, las florecillas te mandan besos.
Matilde, veo que tú también te fijas en estos pequeños vergeles. De acuerdo, nos quedamos con lo de jardincillos locos. Un beso.