De pequeño, los huevos de Pascua me parecían algo mágico, eran como una chuche fabulosa y un tanto misteriosa. En muchas casas existía la costumbre de esconder huevos de chocolate para celebrar la Resurrección, y era una alegría encontrarlos, pelar sus envoltorios de vivos colores y fisgar en su interior por si tuvieran alguna sorpresilla.
Pero los huevos de chocolate son una variante moderna de los huevos duros, que era lo que comían por Pascua nuestros antepasados.
Al parecer, ya en la prehistoria se celebraba la recolección de los primeros huevos cuando llegaban las aves tras su período de emigración en el sur. Esta fiesta caía más o menos por estas fechas del inicio de la primavera.
En Mesopotamia y Fenicia algunos ritos primaverales asociados a la diosa de la fertilidad utilizaban los huevos.
Para la cosmogonía de los egipcios, el huevo primordial contenía la luz del sol (de hecho, la yema del huevo parece un sol).
Sin duda la costumbre católica de los huevos de Pascua es una cristianización de ritos paganos ancestrales.
La idea del huevo, inicio de la vida, es asociada a la Resurrección.
La costumbre de comer huevos duros, generalmente dentro de un bollo dulce, tiene que ver con el ayuno impuesto por la Iglesia Católica para el período de cuaresma. Según una versión (no confirmada) en ese período había que abstenerse de comer carne y huevos. Por eso el domingo de Resurrección, al levantarse el ayuno, se celebraba comiendo huevos. Hay otra versión (que me parece más lógica) que dice que los huevos nunca estuvieron prohibidos, y se comían precisamente en sustitución de la carne, que sí lo estaba.
De cualquier manera, el huevo era parte de los festejos de Pascua y a veces se pintaba la cáscara de colores. En España, sobre todo en Levante y Cataluña, los huevos se introducían en un bollo llamado Mona de Pascua.
No se sabe muy bien cuándo, posiblemente en los inicios del siglo XX, los pasteleros empiezan a confeccionar huevos de chocolate.
¡Tesoros de la infancia que siempre me hacen sonreir!
¡Felices Pascuas!
Muy bonita la historia de los huevos de Pascua que nos cuentas.
Recuerdo los escaparates de las pastelerías de mi infancia llenos de aquellos huevos envueltos en papeles de colores brillantes; eso indicaba que llegaban las vacaciones de la Semana Santa. A decir verdad, aquel chocolate era bastante malo y harinoso, pero la ilusión era otra cosa.
Un saludo, Carlos.
Hola, Charo, pues sí, como eran para los niños no solían cuidar mucho la calidad del choco. Aunque hay pastelerías que lo cuidan más que otras.