Unos pies avanzan solos por los caminos de arena del belén de la Iglesia de San Miguel. Intriga, temor, ironía, humor. Unos pies locos entre la dulce rutina de las figuras circunspectas. «Ande, ande, ande» parece que van diciendo los inefables pinreles. ¿Fue idea del belenista, o más bien fue obra de un hijoputa que se ha birlao la figurita por to el morro?