Lo primero que me llama la atención de este restaurante, próximo a Atocha, es el nombre: El Buen Gusto. Un nombre genial, teniendo en cuenta que el lugar es un santuario del kitch, y es que el kitch también puede llegar a ser buen gusto ¿O es que no hay cosas mucho más sosas y aburridas en el ranking de lo cool?

Bien, pues una vez acomodados en esas fantásticas mesas cuyos centros dan vueltas para que la comida vaya rotando entre los comensales, nos vamos a pedir un vino chino.
Sí, señor, existe el vino chino, y no sabría decir a qué diablos sabe, pero al cuarto trago me sabía rico.

La presentación de los platos es espectacular. No te explicas que con los precios bajos que manejan tengan tiempo para tanta escultura gastronómica. Véase el caso de esta lubina.

 

O el multicolor acompañamiento de estas berenjenitas.

 

No me fui de allí sin  probar las ancas de rana, que sin ser nada del otro jueves, son una cosa que llama la atención.

 

Las sillas deliciosamente horteras, con unos lazos que harían suspirar a Sissí emperatriz, no dejan lugar a dudas: estamos en El buen gusto.

 

Y de postre unos lichis, como está mandado.
Por arte, por calidad y por precio, me parece recomendable.
El Buen Gusto está en Santa María de la Cabeza, 60.