Ir mirando al cielo puede tener sus inconvenientes: te puedes pegar un morrón con las baldosas mal colocadas de nuestras aceras; pero puede tener también sorpresas muy agradables, como las que yo he tenido en esta semana.
El lunes, mientras los paseantes iban cabizbajos y refunfuñando contra la llovizna que caía, se me ocurrió levantar los ojos al cielo y me encontré con este doble arcoiris.

El martes me quedé fascinado con la puesta de sol que se veía desde mi balcón.

Esta primavera el cielo está especialmente creativo con sus exhibiciones de luz y color.
Siempre lo he pensado: la naturaleza es la mejor artista.
Y es que nuestro cielo madrileño, en cuanto sopla el airecillo serrano y se lleva la boina de humo,
¡es una belleza!
Fotos: Carlos Osorio.