Caminando por el pueblo de Fuencarral, hoy un barrio más de Madrid, me he encontrado escenas y rincones típicos de un pueblecito; tanto más insólitos por hallarse dentro de la gran ciudad. El típico portón castellano, el paisano que arreglaba su tejado, dos lugareños conversando sin prisas en una tasca de las auténticas…

 

También vi una vieja fábrica de jabones. En tiempos en que se vendía mucho jugo de los olivos de esta zona, Los posos del aceite se mezclaban con sosa cáustica y se hacía jabón. Un jabón que, sorprendentemente, era más sano que otros que hoy se anuncian como tales y además, biodegradable.

fotos: C. Osorio