Las Aleluyas, Pliegos de Cordel o Romances de Ciego mantuvieron durante siglos la costumbre de narrar historias en verso e ilustrarlas con imágenes.
Parece ser que la primera modalidad de estas historietas fueron las Aleluyas, unas hojitas con dibujos y versos alusivas a Jesucristo que se entregaban en las iglesias el domingo de Resurreción.
De hecho, la mayor parte de las aleluyas o pliegos de cordel tenían una función religiosa o moralizante.

Los pliegos de cordel, precedente de los modernos comics, surgen en el siglo XV tras la creación de la imprenta. Se llamaban de cordel porque para mostrarlos y venderlos se colgaban de una cuerda.
Fue una de las formas de ganarse la vida que tenían los ciegos, por eso también se llaman Cantares o Romances de Ciego. Eso sí, no todos los que cantaban y vendían aleluyas eran ciegos, también había narradores profesionales.

 El ciego, acompañado por un lazarillo, reunía a las gentes de un barrio o pueblo en la plaza y allí desplegaba un gran cartel donde estaban pintadas las escenas de la historia.
Entonces, señalando las escenas con un bastón, empezaba a declamar en alta voz las estrofas de la historieta:
«La Historia van a escuchaaaar del ladrón más singulaaar»

Se contaban historias moralizantes. Los sucesos escabrosos, robos y crímenes, tenían mucha aceptación popular. La Administración de Justicia entregaba a los ciegos extractos de los procesos judiciales para que ellos compusieran versos y ejercieran una función educativa y moralizante (el malo siempre la acaba pagando)
Las historias que relataban sucesos se llamaban avisos.

Tras cantar la Aleluya, unos contribuían con una monedilla y otros compraban el pliego de papel en el que estaba impresa la narración y los dibujos alusivos.
No conozco la fecha exacta en que se perdió esta costumbre, pero todavía existía en los años de la posguerra. Con la creación de la ONCE en 1939 muchos ciegos se incorporaron a la venta del cupón y los cantares fueron silenciándose.
En Madrid, las últimas aleluyas se editaban en una imprenta de la calle de Tabernillas, 13, ya desaparecida.