El caminante recorre el curso bajo del río Jarama, más allá de la Presa del Rey.
 Se sorprende con la bella estampa de la gran laguna de El Porcal, surgida de una cantera de grava.
Se sorprende, ya no gratamente, sino todo lo contrario, con la abundancia de botellas de plástico que jalonan las orillas. Deberíamos reflexionar sobre el uso abusivo de este tipo de envases. 
El caminante recuerda los tiempos en que las gentes madrileñas acudían a la zona del Puente de Arganda para bañarse en el río. Luego el río Jarama se convirtió en una cloaca negra y nauseabunda en los setenta y los ochenta. A finales del siglo XX comenzó a haber una cierta sesnsibilidad mediomabiental y se instalaron depuradoras. Hoy el río ya no huele ni tiene color negro, pero aún queda mucho por hacer para que los ríos madrileños vuelvan a tener el agua mínimamente limpia, y las orillas lo mismo.
Fotos: Carlos Osorio.