«La vida que murmura. La vida abierta.

La vida sonriente y siempre inquieta.

La vida que huye volviendo la cabeza,

tentadora o quizá, sólo niña traviesa.

La vida sin más. La vida ciega que quiere ser
vivida sin mayores consecuencias,

sin hacer aspavientos, sin históricas histerias,

sin dolores trascendentes ni alegrías triunfales,
ligera, sólo ligera, sencillamente bella

o lo que así solemos llamar en la tierra.»

El entrañable vasco, también madrileño en su etapa juvenil, en la Residencia de Estudiantes, Gabriel inolvidable.

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