Caminando por la calle de Rodas (entre la Ribera de Curtidores y la calle Embajadores) me encuentro, en el nº 11, con un curioso patio lleno de antiguos talleres de oficios. Me meto a fisgar y me encuentro con Isidoro, que lleva toda la vida restaurando antigüedades, sobre todo objetos de bronce, cobre y latón. Me dice que le queda poco para retirarse y que ya sólo coge encargos de amistades y conocimientos, porque está muy mayor.
El es uno de los pocos, poquísimos artesanos que aún tenemos en la zona del Rastro. Frente a él, también hay otro taller, este de restauración de objetos de madera.
El curioso solar de Rodas 11 es el resultado de un obús que cayó sobre una corrala en la guerra civil. En el lugar del edificio derruido se instalaron diversos artesanos como Isidoro.
Foto: Carlos Osorio
Por las facciones de Isidoro me atrevo a aventurar que la edad legal de jubilación la ha debido superar hace mucho tiempo y que el hombre ha seguido al pie del cañón hasta que realmente el cuerpo ya no se lo permite. ¡Qué tremenda diferencia con muchos que están deseando prejubilarse con cincuenta y tantos para dedicarse a no dar un palo al agua! Aunque para ser justo también debo reconocer que no es lo mismo llevar toda la vida trabajando para otros hecho un medio esclavo, que ser tu propio jefe desarrollando un trabajo creativo que además te gusta. Entre ser un alto ejecutivo de éxito y un artesano, me quedo mil veces con el trabajo y la jubilación de Isidoro, por mucho que el otro haya acumulado chalés, yates y cochazos para disfrutar el resto de sus días.
Comparto tu opinión, Bernardino.