Cuando Henry David Thoreau escribe en 1861, un año antes de su muerte, el relato «Caminar», no quiere, decididamente, que el paseo se tome meramente como un ejercicio físico:
“La caminata de la que yo hablo no tiene nada que ver con hacer ejercicio, como suele decirse –como si se tratara de un enfermo que toma su medicina a horas fijas, o alguien que levanta pesas–, sino que es la empresa y la aventura del día en sí»…