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En los puentes de Mayo Madrid se convierte en un paraíso. El verdor de los árboles (Madrid es la segunda ciudad con más árboles del mundo) brilla sobre un asfalto por el que solo de vez en cuando pasa un coche.
Una ciudad sin estrés, sin agobios, se vuelve paseable y deliciosa.
No es como en los puentes de Diciembre, cuando toda España se viene a Madrid y no se puede ni caminar por el centro. Madrid en Mayo está de dulce.
Dan ganas de poner barreras en las entradas a Madrid para que los coches que se han ido no puedan entrar, y así mantenerlo en este estado de placidez.