Da gusto cuando te encuentras en la calle a un grupo que toca música sabiendo lo que hace.

El paseo se vuelve una delicia y la calle se llena de sentimientos. Otra cosa es cuando alguien disfraza la mendicidad de música tocando la flauta de bartolo con un agujero solo. No es lo mismo un músico formado que alguien que hace sonar un instrumento. Por eso pienso que debe permitirse la música en determinados lugares y con un horario razonable.  Creo que no sería mala idea reglamentar la música callejera, dando permisos a los que saben tocar y no dándoselos a los ruidosos contumaces. Lo mismo pasa con la pintura de calle. No es lo mismo el mural artístico o el grafiti de calidad que las pintadas, firmas y garabatos con que los gamberros ensucian las fachadas.
En cuanto a la música, echo de menos los tiempos en que en Madrid florecían los grupos, había locales de ensayo y teníamos decenas de salas donde escuchar música en directo.

Foto: Carlos Osorio.