El caminante camina por la urbanización de lujo. Da igual cómo se llame, todas se parecen bastante.
Vallas, rejas, garitas de vigilancia, cámaras…

Y algo que no falla: las aceras están llenas de árboles y farolas. Es imposible caminar por ellas. A fin de cuentas, los que viven aquí nunca caminan por sus calles. Calles en las que no hay tiendas, ni bares, ni nada. No niego que se debe de estar muy bien en el jardincito con la piscinita y tal, pero ¿Compensa realmente vivir así? No sé, supongo que ellos le encontrarán su atractivo. Yo no se lo encuentro.
P.D: Por ciertooo, si algún millonario, sensibilizado por mis palabras, quiere abandonar su chalé, que me escriba, que yo me hago cargo de él. 🙂