El veterano de los hornos de pastelería madrileños es El Pozo, en la calle del mismo nombre, abierto en 1830.
Cuentan que, en la zona existió un pozo de aguas amargas y salobres que se comunicaba con el vecino convento de La Victoria. Durante la Guerra de Sucesión, los partidarios del archiduque Carlos penetraron al convento a través del pozo y robaron las reliquias, entre ellas, dos espinas de Cristo engarzadas en oro. Los soldados tomaron el oro y tiraron las espinas al pozo. Desde ese momento, el agua amarga se volvió dulce y, posteriormente, varios enfermos sanaron al beber dicha agua. El pozo siguió produciendo milagros y hechos sorprendentes hasta que un día, en el cubo con que extraían el agua, sacaron las espinas. Entonces el agua volvió a ser amarga y cesaron los hechos sobrenaturales. Un siglo después la calle se llenó de dulzura al instalarse la extraordinaria pastelería.
Foto: C. Osorio
Una visita imprescindible en Madrid, totalmente de acuerdo!
Pues esa historia del pozo es muy interesante. Con los privilegios que tiene en este Reino de España la Sancta Catholica et Apostolica, debería utilizar esos sus poderes mágicos para colaborar a la producción de agua potable.
Y si funcionaran en El Sahel no digamos. Pero allí está lleno de infieles, y "sabe dios" lo que podría pasar.