Francisco Iº de Francia quiso conquistar el Milanesado, entonces en poder de Carlos V, y atacó la ciudad de Pavía en 1525. Francisco Iº contaba con 24.000 soldados bien pertrechados. Las tropas imperiales contaban con 7.000 hombres entre españoles y alemanes, y estaban al mando del navarro Antonio Leyva. El rey galo estaba tan seguro del triunfo que incluso trató de desviar una parte de su ejército para intentar la conquista de Nápoles. Lo cierto es que la estrategia de las tropas hispanas desbarató sus planes y el soldado Juan de Urbieta cogió prisionero al rey francés.
Francisco Iº estuvo preso en Madrid.
Según una tradición recogida por Lope de Vega y otros autores, mientras le preparaban sus habitaciones en el Alcázar Real, el rey galo pasó unos días en la torre de los Lujanes, en la Plaza de la Villa.
Cuando le iban a trasladar al Alcázar, los nobles madrileños se situaron frente a la puerta de la Casa de los Lujanes. Resultaba que el rey francés era muy alto, casi dos metros, y la puerta de la casa no lo era tanto; por eso, al salir tendría que agachar la cabeza, y eso era signo de sumisión.
Los nobles esperaban que el galo se humillara ante ellos, pero este se olió la tostada y salió de espaldas, con el culo en pompa.
Finalmente, Carlos V, que en todo momento le trató como a un rey, le dejó marchar.
Francisco Iª incumplió todas sus promesas y de nuevo volvió a guerrear contra Carlos V.