Hoy quiero recordar a una de las mujeres excepcionales que han vivido en Madrid: Emilia Pardo Bazán, posiblemente nuestra mejor escritora en castellano.
Nacida en La Coruña en 1851, fue una mujer que supo romper moldes con elegancia y distinción. Brilló como ensayista y escribió importantes obras del naturalismo como “Los pazos de Ulloa” o “La madre naturaleza”
Hija única, fue una lectora infatigable desde los 8 años. Su formación se completó en la capital de España, donde su familia solía pasar los inviernos, debido a las actividades políticas de su padre, militante en el partido liberal progresista.
El año 1868 supuso un hito en la vida de Emilia:
«Tres acontecimientos importantes en mi vida se siguieron muy de cerca: me vestí de largo, me casé y estalló la Revolución de septiembre de 1868».
Cuando se casó, Emilia tenía dieciséis años, y su marido, José Quiroga, estudiante de Derecho, veinte. En 1873 la familia viaja por varios países de Europa, lo que despierta en Emilia la inquietud por los idiomas,viendo en ellos la llave para poder leer a los grandes autores de cada país en su lengua original. Su inquietud intelectual fue creciendo y, al regresar a España, conoció las ideas filosóficas y pedagógicas del krausismo a través de Francisco Giner de los Ríos, con quien le uniría una gran amistad.
Al publicar “La cuestión palpitante” en 1883, sus escritos fueron tachados de ateos y pornográficos. El caso es que ella siempre se consideró católica, pero le gustaba contar las cosas como eran, sin hipocresías ni rodeos. Su obra levantó un tremendo escándalo. El marido, preocupado por su propia reputación, le pidió a Emilia que dejara de escribir, Ella, con muy buen criterio, a quien dejó fue a su marido.
 Pasado un tiempo, inicia una relación sentimental con Benito Pérez Galdós, relación que duró alrededor de cinco años y que tuvo diversos altibajos, ya que Galdós no se acababa de decidir.
Tras esta relación, comenzó otra con José Lázaro Galdiano.
En 1892 funda y dirige la publicación «La Biblioteca de la Mujer», en la que aboga por los derechos de las mujeres.
En 1908 comienza a utilizar el título de Condesa de Pardo Bazán, que le otorga Alfonso XIII en reconocimiento a su trabajo literario. En 1916 el ministro de Instrucción Pública le nombra catedrática de Lenguas Neolatinas en la Universidad Central.
La catedrática se estrenó con el boicot de los alumnos que no aceptaban que una mujer pudiera ser profesora en la universidad. Solamente un alumno acudió a sus clases.
Se conserva la casa donde vivió, entre 1890 y 1915, en San Bernardo nº 35, primer piso.
No se conserva en cambio la casa donde vivió de 1915 a 1921, y donde falleció, hace cien años.
 Está enterrada en la cripta de la iglesia de la Concepción de Madrid.
Yo siempre he pensado que el Estado debería comprar el piso de San Bernardo donde ella vivió y convertirlo en museo. Sería un bello gesto tratándose de una de las mujeres españolas más relevantes de nuestra historia.
 Una estatua, obra de Rafael Vela, recuerda a esta mujer extraordinaria junto a la
calle de la Princesa.
Ojalá algún día Madrid le dedique también una calle a esta gran escritora que dedicó buena parte de su obra a nuestra ciudad.