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El que posiblemente sea el perro más famoso de la historia de Madrid vivió en torno al año 1880 y tuvo su residencia habitual en el café de Fornos, en Alcalá esquina con Peligros, si bien solía dormir en una cochera próxima. El caso es que todo Madrid conocía al perro Paco y a muchos sorprendía su carácter, más propio de un humano que de un animal.

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En la imagen superior vemos el café de Fornos, y un perrillo que casualmente tiene un gran parecido con el perro Paco, pues es negro y con el pecho blanco.
El perro asistía a las tertulias de los cafés madrileños, donde siempre recibía un agasajo en forma de sobras con las que alimentarse; pero también iba al teatro y a los toros donde según se dice era muy riguroso en sus críticas. Si no le gustaba una obra de teatro o una corrida, ladraba enérgicamente.
Pocos críticos teatrales o taurinos han sido tan temidos como nuestro can.

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La afición a los toros de este can fue la causa de su ascenso a la fama; aunque finalmente fue la causa de su desgracia.
El perro Paco no podía soportar una mala faena taurina (en eso es fácil identificarse con él) y ladraba como un descosido hasta que el diestro siniestro abandonaba el ruedo. Esto le valió algún que otro revolcón a causa de los toros.
En cierta ocasión toreaba un tabernero llamado «Pepe el de los galápagos» que llevaba un rato largo incomodando al público y el perro arreció con sus ladridos. Como no hacía caso, Paco saltó a la arena y se encaró con el torero. Este, en un ataque de ira, tiró de espada atravesando al animal de parte a parte. Aquel gesto significó el final de la carrera de aquel aprendiz de torero. Al perro Paco lo intentaron salvar sin éxito y se dice que su cadáver fue disecado y durante un tiempo fue exhibido en una taberna de la carretera de Aragón nº 89, hasta que desapareció y se le perdió la pista. En 2023 se ha instalado una estatua conmemorativa del perro Paco en la calle de las Huertas.
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