En Madrid somos más chulos que un ocho, es por eso que la mayoría de los trazados viarios se hacen con formas circulares, anillos, circunvalaciones de formas caprichosas, como caprichosa suele ser la señalización, y siempre con ideas originales para rellenar las rotondas. Es el caso de la rotonda de la imagen superior, que alberga la ermita de la Virgen de la Soledad. Una ermita del siglo XVII que está en Barajas. Durante un tiempo la ermita quedó incomunicada y los vecinos se jugaban la vida para llegar, hasta que un año les pusieron un paso de cebra.

En Villanueva de la Cañada tienen un cementerio dentro de una rotonda. Es práctico, porque si un conductor entra en ella a gran velocidad, pues llega al lugar adecuado.

Pero lo mejor de las rotondas suele ser la decoración. En los finales del siglo XX y comienzos del XXI, los ayuntamientos competían en crear el decorado más impactante. La misión de estas estatuas de rotonda era que los conductores abrieran los ojos al máximo para una conducción más segura.

Es el caso del osito verde de Boadilla.

Del «pepelito» de Rivas Vaciamadrid.

Del «somier» de Getafe.

O del bonito «Ojo de Saurón», en las Matas, una graciosa forma de ojo visible únicamente para los coches que vuelan.

De las circunvalaciones a las rotondas, de la M-30 a la 40 y a la 50, los madrileños damos vueltas y vueltas, algunos seguimos dándolas hasta que se acaba la gasolina, ya que las incorporaciones y salidas suelen hallarse de improviso, con gran riesgo, y sin una adecuada señalización. Por eso damos vueltas y más vueltas, hasta el infinito, que tiene forma de ocho y es muy chulo, como nosotros.