La inactividad física es responsable de muchísimas muertes tempranas en Europa. La falta de ejercicio físico es mucho más peligrosa, incluso, que la obesidad. Esa es la principal conclusión a que ha llegado un grupo de investigadores tras analizar la trayectoria de 334.161 hombres y mujeres europeas a lo largo de un periodo de 12 años. Los beneficios de la actividad física se manifiestan, incluso, cuando se trata de niveles muy moderados pero, lógicamente, si se le dedica más tiempo también suele ser mayor el beneficio que reporta.
Aunque la actividad física tiene un impacto más positivo en las personas de peso normal, también resulta muy beneficiosa para las que tienen un alto índice de masa corporal (IMC), o sea, para personas obesas o con sobrepeso. El IMC se calcula dividiendo el peso (en Kg) por la altura (expresada en metros y elevada al cuadrado) y es, por lo tanto, un indicador relativo de la masa corporal. Para que nos hagamos una idea, se considera que una persona con un IMC superior a 30 ha sobrepasado el umbral de obesidad, aunque ese valor depende también de la estructura corporal y de la masa ósea.
Un 23% de los europeos tiene un trabajo de carácter sedentario y, además, no realiza ninguna actividad física. Quienes practican ejercicio moderado -equivalente a un paseo diario de 20 minutos- tienen una probabilidad de muerte temprana entre un 16% y un 30% inferior a las personas inactivas. A partir de esos datos se estima que 676.000 personas mueren cada año en Europa de forma prematura debido a la falta de ejercicio físico. Para valorar en sus justos términos lo que significa esa cifra, hay que tener en cuenta que unas 337.000 personas mueren a causa de la obesidad, casi la mitad que las que fallecen por culpa de la inactividad.
A partir de los resultados del estudio los especialistas han extraído una conclusión de consecuencias prácticas muy importantes. Es sabido que en Europa se hacen especiales esfuerzos por parte de las autoridades públicas para reducir la incidencia de la obesidad. Las razones de esos esfuerzos son evidentes, ya que tanto las afecciones cardiovasculares como la diabetes tipo II y otras enfermedades son más frecuentes en personas con un IMC superior a 30. Pues bien, los investigadores recomiendan que, sin dejar de hacer esfuerzos en esa dirección, se refuercen los mensajes que promocionan un modo de vida más activo, que suponga un cierto nivel de actividad física, aunque sea moderada y no se le dedique una parte demasiado importante del tiempo de ocio. Estiman que se pueden obtener beneficios significativos realizando ejercicio físico moderado durante, al menos, 150 minutos a la semana, o sea, alrededor de media hora de paseo diario. No parece ningún exceso, desde luego.
Las instituciones más próximas a la gente y con competencias en la materia, han realizado una promoción importante del deporte en diferentes marcos: actividades extraescolares, edificación de instalaciones polideportivas, construcción de campos de fútbol y baloncesto e, incluso, vías específicas para la práctica del ciclismo. También organizan o patrocinan competiciones deportivas populares, especialmente carreras de fondo y pruebas para cicloturistas. Todo eso está muy bien, quizás. Pero no se entiende que habiendo miles de personas que salen a caminar cada día y muchos miles más a quienes convendría hacerlo por motivos de salud, no se hayan hecho esfuerzos equivalentes a los anteriores para que el paseo deportivo sea una actividad placentera y exenta de los riesgos que conlleva en demasiadas ocasiones, o sea, alejado del tráfico ruidoso, contaminante y peligroso de las grandes vías urbanas.
Artículo escrito por Juan Ignacio Pérez, catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU