El desproporcionado aumento de las tarifas de la energía, sobre todo de la energía eléctrica, cuyo precio ha aumentado más de un 80% desde que se privatizó el suministro, ha dejado a muchas familias en un estado de precariedad que conocemos como «pobreza energética».
En este frío invierno, hay hogares donde no pueden encender una cocina o una estufa eléctrica porque no tienen dinero para pagar los recibos de la luz.
Vale la pena que algunas personas, desde la posición de privilegio que da el poder económico o político, reflexionen sobre el sufrimiento que causan a sus semejantes con tal de enriquecerse.
Desde nuestra realidad, podemos mostrar nuestra solidaridad con los que padecen estos abusos,
simplemente con una manta y una vela.