Caminando por la calle de Amaniel, veo que está abierta la puerta del nº 6 y me meto a fisgonear. El sol de la mañana limpia y pule las vigas y las barandillas. Teodora está cuidando sus geranios y nos ponemos a hablar sobre el daño que les hace a estas plantas la jodía mariposa del geráneo y sobre los remedios para combatirla. Teo, amable por naturaleza, como las vecinas de mi barrio de toda la vida, me enseña la corrala y me permite que le haga una foto.
Después saludo a Paquita, su prima política, que se encarga de mantener gloriosas las plantas del patio. Paquita y Teo me dicen que suba a ver a Juani, que es la vecina más antigua y la que más sabe de la historia del edificio.

Juani me pide disculpas porque aún tiene la casa sin hacer, pero me enseña todas sus habitaciones, como se hacía antes, cuando enseñar la casa era un símbolo de hospitalidad. En los estantes, decenas de fotos cuentan la historia de las gentes de esta corrala. Todo empezó cuando la abuela de Juani, de Paquita y del marido de Teodora se vino a vivir aquí y en esta casa tuvo sus once hijos. Gran parte de los hijos también se asentaron aquí y aún viven algunos nietos. «Aunque ya no es como antes» me dice Juani, porque antes se conocían todos los vecinos y se trataban y se ayudaban.

Hoy, cuando los vecinos de muchos edificios ni siquiera se saludan, hay que imaginar la vida en la esta corrala desde que se edificó, hace casi dos siglos. Aquella relación de camaradería, de solidaridad entre vecinos, sin duda valía la pena y no debería haberse perdido. Otra cosa es que también se controlaba mucho la vida y la obra de los demás, y eso era un coñazo.
Todos los años, el día de Santiago, engalanaban el patio y celebraban una fiesta por todo lo alto. Fotografío una foto de una de aquellas fiestas, aunque el cristal hace que la instantánea no salga todo lo bien que debiera. Es una referencia histórica interesante, ya que no había oído contar nada acerca de las fiestas de Santiago. Sin duda se debía a que esta parte del barrio de Universidad estuvo muy relacionada con la cercana iglesia de las Comendadoras de Santiago.

En aquellos tiempos sólo había un retrete para cada planta (siete viviendas) y se turnaban en su limpieza. Cada día de la semana le tocaba a un vecino y para recordárselo colgaban una tablilla en su puerta.


La tribu de niños de la corrala, cuando llegaban del colegio, hambrientos y meones, se colaban en la garita de la portera y le cogían trozos de pan de los cajones y meaban en su urinario, que era el más cercano y estaba muy aseadito.

Juani me sigue contando cosas de su corrala y me habla de sus padres (en la foto) y de tantas gentes que ha podido conocer esta buena mujer en los 84 años que lleva aquí. Y escuchándola voy viendo entrar y salir por la puerta a niños, abuelos, porteros, carteros que traen cartas, novios que despiden a las novias en el portal, personajes que se van decolorando y ya son imágenes en blanco y negro, y los parientes de Juani se confunden con mis antepasados y todos se unen el día de la fiesta de Santiago, porque hay que celebrar la buena vecindad, y hay que oir y contar estas historias para que no olvidemos nunca que la vida puede ser mucho más hermosa si volvemos a tratarnos con nuestros vecinos, como se hacía antes.
Fotos: C. Osorio.