El taller de curtidos de Vicente Márquez, en la calle de Atocha nº 4, es un lugar fascinante por varias razones. En primer lugar, porque las instalaciones mantienen su aspecto decimonónico. Produce una emoción especial saber que aquí se fabricaban las famosas sacas de cuero que llevaron los carteros madrileños a lo largo de todo el siglo XX.
Además, el edificio se construyó con criterios bioclimáticos para mejor conservación de las pieles: 1-La fachada está orientada hacia el norte para no recibir directamente los rayos de sol. 2- Los muros exteriores tienen 80 centímetros de espesor, actuando como poderoso aislante. 3-Además, se espolvoreaba carbonilla por el suelo para que esta absorbiera la humedad.
En estos tiempos en que el plástico ha desbancado al cuero, los establecimientos de curtidos se mantienen a duras penas.
Foto: Carlos Osorio
Del libro: Tiendas de Madrid (Ediciones La Librería)