El otro día, caminando por la calle de Santa Engracia, escuché a una joven que decía a sus amigas: 
Vamos a tomar algo, mirad, ahí mismo, donde pone Tahona.
Oye, que una tahona es una panadería– le contestó una amiga.
Son cosas que pasan. Con el tiempo, algunas palabras van quedando en desuso y algunas gentes olvidan su significado.
Pero la palabra tahona es muy bonita, yo creo que no debería desaparecer. Es una palabra útil para designar a aquellas panaderías donde se amasa y se cuece el pan al modo tradicional, que, dicho sea de paso, son las únicas que me interesan, aunque haya muy pocas. 
El azulejo de la foto, pintado por Alfredo Ruiz de Luna, recuerda una de las tahonas que existieron en Madrid, próxima al monasterio de las Descalzas. En el dibujo vemos al tahonero metiendo los panes en el horno de leña. No existe pan que pueda compararse al que está horneado en un aromático horno de leña.
¡Qué lástima que vayamos olvidando las cosas buenas llenas de autenticidad!