Al anochecer, cuando el cielo aún conserva sus azules oscuros y las copas de los árboles se deshacen en una niebla verdescente con la ardora eléctrica de las farolas, pasear por El Retiro es una de las cosas más reconfortantes que puede uno hacer en esta enloquecida urbe.

Pasear al final del día fue siempre un bálsamo para la mente. No es fácil encontrar tiempo para este tipo de paseos, pero si tienes la suerte de poder dártelo alguna vez, te reafirmas en la idea de que salir no es necesariamente ir a consumir algo.

Foto: (c) C.Osorio