Ahora que el verano va quedando lejos y nos vamos metiendo en el invierno, siento a veces una cierta nostalgia del mar.
Miro mi huella junto a la espuma y recuerdo el dulce caminar por la orilla, tan distinto al duro cemento de Madrid. 
Lo que me sugiere ahora esta huella es que por la orilla del mar vamos y venimos y volvemos a ir, pero en realidad no caminamos hacia ninguna parte, simplemente paseamos por el gusto de pisar la arena tibia y húmeda. Caminar por caminar.
Creo que eso es lo que echo de menos en Madrid, porque aquí siempre caminamos hacia algún lugar concreto, y casi siempre con prisa.
Evidentemente, caminar junto al mar es caminar en paz, sin apenas preocupaciones.
Recuerdo esos días pacíficos y azules en que todo parecía ir bien, y hasta la puñetera crisis parecía haberse esfumado como por encanto.
Creo que la economía del país mejoró durante esos días, y muy probablemente fue porque también el gobierno estaba de vacaciones.
Luego volvieron al trabajo y la cosa se volvió a jorobar.
Foto: Carlos Osorio