La semana pasada se celebró en Madrid, con asistencia de 900 estudiosos de la religión, el congreso de la Asociación Teológica Juan XXIII. En sus sesiones se escucharon críticas a la situación actual en nuestro país. Me gustaron especialmente las palabras de José Antonio Pagola:
«El Gobierno está cambiando el país con medidas que arrojan a cientos de miles de personas a la exclusión, y la Iglesia no ve ninguna revolución. Desde Jesús no podemos quedarnos ni mudos ni conformes. Desde la Iglesia hemos de denunciar esa falta de compasión. Los que sufren no esperan doctrinas sociales ni justificaciones económicas, tan mentirosas e inmorales. Piden que les defendamos. La jerarquía ha de hablar en nombre de los que sufren, pero para ello los tiene que llevar en el corazón. Ahora se nota dónde están nuestros corazones. El Gobierno es despótico, antisocial y anticristiano, y la jerarquía de la Iglesia no dice nada, o habla sin audacia evangélica. La voz de los sin voz no se está oyendo. Adoramos al Crucificado, pero olvidamos a los crucificados de hoy. Jesús se atrevió a insultar a los ricos de su tiempo. Los llamó necios y ridículos, y denunció su iniquidad e injusticia»
Foto: Álvaro García