Miguel Servet fue un humanista y científico español del siglo XVI.
Destacó en múltiples materias: astronomía, geografía, jurisprudencia, teología, física, medicina, anatomía, matemáticas…
Su mayor descubrimiento fue la circulación pulmonar.
Nacido en Huesca, inició sus estudios con el que fue confesor de Carlos V, Fray Juan de Quintana.
En Francia tomó contacto con las ideas reformistas protestantes.
Sus ideas contrarias a la existencia de la santísima Trinidad le valieron el desprecio de protestantes y católicos.
En Ginebra (Suiza) patria del calvinismo, osó contradecir al iracundo Juan Calvino.
Como no se retractó de sus teorías teológicas, Calvino, habituado a torturar y matar a quienes no pensaban como él, le condenó a morir en la hoguera.
Su vil ejecución despertó una oleada de indignación en los intelectuales europeos.
Un nuevo pensamiento corrió por Europa: Nunca más nadie debería morir por causa de sus ideas.
Su muerte está considerada como el punto de arranque de la Libertad de Pensamiento y la Libertad de Expresión.
Madrid no supo dedicarle un monumento, pero sí una calle. Desde comienzos del siglo XX, el barranco de Embajadores, en Lavapiés, pasó a llamarse calle de Miguel Servet.