El descenso de viajeros en el Metro de Madrid está siendo directamente proporcional a las desproporcionadas subidas de precios que hemos sufrido los viajeros.
De poco les ha valido tanta subida. Como decía el otro: «las gallinas que entran por las que salen».
Para colmo, ahora disminuyen el número de trenes. Si en 1919 el intervalo entre trenes era de dos minutos, hoy, tras un enorme esfuerzo destinado a empeorar el servicio, el intervalo mínimo dobla con creces aquellos dos minutos iniciales.
En una ciudad donde la contaminación supera todos los meses los máximos establecidos, debido al exceso de automóviles, el metro cumple una función demasiado importante como para deteriorarlo de este modo. No está de más que le hagamos llegar a esta gente una reclamación.