La biografía de un árbol está escrita en las líneas concéntricas que alberga en su tronco. En ellas podemos saber su edad, conoceremos qué años tuvieron un clima más propicio, cuándo llovió y cuándo hubo sequía, qué enfermedades tuvo, qué incendios lo acecharon, qué clase de plantas y flores vivieron a su alrededor y lo espolvorearon con su polen…En el pueblo de El Pardo, en el parque llamado «de la Mar Oceana», está el tocón de este viejo pino, que fue plantado en torno a 1920, contándole a quien quiera escucharla la historia de su vida.
También los humanos reflejamos en el rostro las líneas de la vida, a las que llamamos arrugas. En el rostro de los viejos y de las viejas adivinamos su historia vital. Si una persona ha vivido en armonía con los demás, si uno ha luchado por sus ideas e ilusiones, si uno ha amado mucho, las líneas del rostro son de una belleza emocionante. Hay quienes no han sabido entender el sentido de la vida y sus líneas se entrecruzan con dureza. Hay quienes rompen el equilibrio de su rostro con cirugía estética. Según vivamos, así será nuestra huella: tal vez como las ondas de una piedra que cae al agua, o tal vez como las sólidas y armoniosas líneas de un árbol.

Foto: C. Osorio.