El que sea madrileño, que se ponga a la cola

¿Por qué en esta discoteca hay cola y esa otra está vacía? Se pregunta el visitante. Muy sencillo: porque el castizo solo va a los sitios donde hay cola.
En la cola se charla, se come, se lee, se relaciona uno. Incluso hay quien liga.
Cuando sale de casa, el madrileño no tiene una idea clara de a dónde va. Deambula hasta que encuentra un cola y se adhiere a ella cual molusco a la roca. Da igual si la cola es del paro, del ambulatorio o del fútbol. Cuantos más seamos en la cola, mejor. Y si alguien trata de colarse, chachi piruli, así estaremos más tiempo en la fila.

La cola del disco-pub es la preferida por el madrileño. A los atractivos naturales de toda cola, esta añade la emoción de ser admitido o rechazado por el gorila de la puerta.
Ante un gorila, el castizo desarrolla su imaginación como nadie:

-“No, no, señor portero, su excelencia podría no haber visto con claridad, debido a lo avanzado de la noche. Estos calcetines no son blancos, sino de color hueso”

-“¿Qué tal, amigo mío, no me recuerdas? Soy el sobrino del dueño.

-“Berdone, gaballero, bero si huelo a alcohol es borque vengo de bonerme una
vacuna”

Y después de un cuarto de hora discutiendo con el antropoide de la puerta, el chulapo consigue entrar en la discoteca. Allí no tarda en sentirse incómo porque el ambiente de humo, ruido y tontería a nadie puede agradar. Así que se da media vuelta y se va. Se va a buscar otro sitio donde se pueda hacer cola.