En tiempos en que no iba casi nadie, me gustaba sentarme en una mesita de La Venencia (C/ Echegaray, 17) a escribir en mis libretas. La gata del bar acostumbraba a sentarse en mi regazo. En este local que ya casi es centenario, el tiempo parecía haberse detenido. Juan, el antiguo dueño, se tomaba tanto tiempo en servirte el vino que, puede que exagere un poco, pero, si le pedías un vino joven, cuando te lo traía ya era un reserva.
Luego cogieron el bar los hermanos Criado y la verdad es que han sabido mantener la esencia del lugar. No permiten hacer fotos, ni admiten visitas, ni quieren que les saquen en las guías turísticas.
En ciertas páginas de Internet la describen como «la mejor taberna del mundo», aunque no creo que este tipo de títulos contribuyan a mantenerla en su estado puro.
La Venencia es uno de los pocos bares en los que no se puede pedir ese famoso refresco de cola, porque no lo hay. De hecho sólo despachan vino andaluz. Ese vino que solía sacarse de un barril con un cacito de forma cilíndrica llamado «venencia».
Alguna vez he vuelto y de nuevo la gata se me sienta en el regazo. No parece probable que sea la misma gata de entonces, porque han pasado tres décadas largas…aunque, ¡quién sabe!