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¿Reconoces a alguno de los comensales?
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Te doy una pista: ¡la generación del 27!
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¿Has reconocido ya a alguno?
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Al menos hay cuatro o cinco que no son muy difíciles…
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Bien, si te has cansado de jugar al escondite te diré los que se pueden reconocer mejor:
De pie, a la izquierda, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Pedro Salinas, Rafael Alberti, a continuación: Pablo Neruda, le sigue José Bergamín, y sentado, en la cabecera de la mesa: Luis Cernuda.
Fue el 29 de Abril de 1936 en la taberna «Casa Rojo» hoy conocida como «Los Galayos», junto a la Plaza Mayor. Se celebraba la publicación del poemario «La realidad y el deseo» de Luis Cernuda.
Fue la última cena de la generación del 27.
Luego llegó la asquerosa guerra civil y los fusiles acallaron los versos.
Para que no callen los versos, aquí va uno de los que más me gustan de Cernuda:
Si el hombre pudiera decir lo que ama…
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.