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Madrid es una capital de la que se abusa todos los días del año, todos los años. Padecemos unas 3.000 manifestaciones anuales, lo que arroja una media de casi 10 diarias. Todas se empeñan en recorrer “el centro”, para “ser vistas”. Sufrimos las de los madrileños y también las de los forasteros, que se desplazan aquí para protestarle al Gobierno. Las  fiestas religiosas, los desfiles, las maratones, triatlones, carreras de mujeres y de no mujeres, de dueños de perros, batucadas insoportables e incesantes.

Moverse, trabajar, descansar, meramente vivir, son empeños imposibles.

No se quién será el próximo alcalde o alcaldesa.  A quien finalmente lo sea, le elevo una súplica: dejen de ser desconsiderados y dañinos para los habitantes de esta ciudad desdichada. No les impidan trabajar, moverse, descansar, vivir en las inmensas áreas que según ustedes constituyen “el centro”. Recuerden que no es un escenario, ni un decorado, ni un zoco, ni un estadio, como han decretado desde hace lustros los alcaldes y alcaldesas, de derechas o de izquierdas. Hay habitantes, residentes (más les vale que no huyamos todos), a los que el Ayuntamiento, con su permisividad absoluta para cualquier chorrada minoritaria, mortifica a diario. No las alienten al menos, las chorradas y los caprichos. No los inventen ni los fomenten. No les corresponde ofrecer distracción y espectáculos sin fin a la ciudadanía más ociosa y jaranera. No todo es recaudar dinero. Hay mil asuntos más importantes en la gobernación de una capital. El principal es que los madrileños puedan hacer frente a sus quehaceres y problemas, que son muchos, sin agregarles obstáculos, impedimentos, trabas, martirio y ruido ensordecedor permanente. Todo ello gratuito las más de las veces; todo superfluo.

Escrito por Javier Marías, en El País.

Ideas para mejorar la ciudad