Este edificio de la calle Atocha 81 lleva años pendiente de ser reformado. Mientras tanto, la lona que lo cubre se ha ido cubriendo de polvo y contaminación, dándole un aspecto fantasmal.
Los edificios clásicos, bien restaurados, producen admiración por su armonía y su belleza. Pero cuando se abandonan, parecen esqueletos.
En eso, las casas se diferencian de los seres vivos. En que de un esqueleto no puede brotar un nuevo ser; pero de un inmueble lúgubre y abandonado puede renacer un magnífico edificio que nos admira cuando caminamos por Madrid.
foto: C. Osorio.