«Lo malo es que de noche refresca»

Eso decía el Marqués de la Valdavia, ingenioso madrileñista. «Lo malo del verano en Madrid es que por la noche refresca»

Y es verdad, porque a fuerza de paciencia, meditación y concentración te vas haciendo al calor, y cuando ya estás casi fundido, hecho un sol, va y refresca, y jode que no veas.

En siglos pasados, los madrileños buscaban el frescor de la anochecida en los dos prados, en el Paseo del Prado y en el Prado de Leganitos (actual plaza de España). Así, tonteando con el abanico y el botijo, esperaban a que saliera el calor de las casas para poderse meter en ellas.

En la pre-guerra y en la posguerra, la gente se iba al paseo de Rosales con la bota de vino y la tortilla, dispuestos a beberse los vientos que llegaban del Guadarrama. Hasta los años 60, en algunos barrios populares, cuando las noches se volvían sofocantes, se bajaban los colchones a la calle con toda naturalidad. Entonces los madrileños nos relacionábamos en la calle, no como ahora, que vivimos un tanto aislados en nuestros búnkers de diseño y aire acondicionado.